El 16 de julio de 1950 Uruguay rompía todos los esquemas: el equipo dirigido por Juan López se consagraba campeón del mundo en un Estadio Maracaná repleto con 200 mil personas, ante la incredulidad del planeta fútbol de la época. La gesta fue considerada como la más grande en la historia del fútbol mundial. Y el Maracanazo se transformó en todo un símbolo de la uruguayez. Desde chico a cualquier uruguayo se le relata paso a paso aquella victoria por 2 a 1 sobre Brasil y se le enseña que se trató de una hazaña única, de un milagro irrepetible. Pero la verdad es otra y se mostró en la cancha: lejos estuvo de ser aquello una hazaña. Es mentira. Porque fue como tuvo que ser.
Acá tenés otra mirada del Maracanazo: la de Chicos las Pelotas sobre este partido que marcó a todo el deporte uruguayo.
LO QUE PASÓ
Eran 200 mil los brasileños que llenaron el Estadio Maracaná. No cabía un alma. Jules Rimet, el por entonces presidente de la FIFA, bajó por el túnel rumbo a la cancha con la copa de campeón para entregársela a los brasileños. El partido iba 1 a 1 y el empate consagraba a los dueños de casa. Los diarios ya tenían listos los titulares y se habían vendido como pan caliente las remeras con la leyenda “Brasil campeón”. La fiesta en Rio de Janeiro estaba preparada. Pero cuando Rimet salió del túnel todo era silencio en el Maracaná: Uruguay había ganado 2 a 1.
“Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. Al término del partido, yo debía entregar la copa al capitán del equipo campeón. Una vistosa guardia de honor se formaría desde el túnel hasta el centro del campo de juego, donde estaría esperándome el capitán del equipo vencedor. Preparé mi discurso y me fui a los vestuarios pocos minutos antes de finalizar el partido. Pero cuando caminaba por los pasillos, de momento, se interrumpió el griterío infernal. A la salida del túnel, un silencio desolador dominaba el estadio. Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, estrechándole la mano, y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación para su equipo”, fue luego el recuerdo del propio Rimet.
Todo lo que rodeó a la final del mundo de 1950 es más que conocido. Pero ¿puede decirse que el Maracanazo fue algo inesperado, una gesta sin precedentes? Al parecer lo fue para todo el mundo, que se basó en el entorno, menos para ese grupo de jugadores celestes que, liderados por el “Negro” Obdulio, se molestaban cuando se definía así el título conseguido.
“¡QUÉ HAZAÑA NI HAZAÑA!”
Hay muchos aspectos que son poco conocidos para la mayoría, y que vale la pena repasar para ponerse en la piel de aquellos uruguayos que saltaron a la cancha para jugar un partido que debían ganar para quedarse con el título, ya que el empate le daba la copa a los locales.
Ariel Longo, entrenador de la selección uruguaya de fútbol femenino, presidente de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Fútbol (Audef), exfutbolista, estudioso de los entrenadores uruguayos por el mundo y escritor, tira por tierra aquello de que el Maracanazo fue una hazaña.
Y es palabra autorizada para afirmarlo, dado que convivió varios años con algunos de los campeones del mundo de 1950. Y a ellos, asegura, les molestaba que se los tildara de héroes: ganaron porque eran mejores.
“Cuando me retiré como jugador, en 1988, pasé a integrar un equipo que en aquel momento se llamaba Las Estrellas de Alberto Spencer. Ahí estaban los campeones del ‘50, se sumaban jugadores como ‘Tito’ Goncálvez, Eliseo Álvarez, Miguel de Brito… figuras de la época que si bien no habían sido glorias del ‘50, sí lo eran de sus equipos, Nacional, Peñarol y el fútbol uruguayo. Yo recién me había retirado y jugué con ellos hasta 1992”, relató Longo a Chicos las Pelotas.
El entrenador recordó que ese equipo jugaba a beneficio tanto en nuestro país como en Argentina y Brasil. “Yo, recién retirado, no entendía mucho que cuando llegábamos a un pueblo a jugar la gente nos recibía con alegría y decían ‘ahí vienen los héroes de la hazaña’, y ellos se recalentaban. Sobre todo Julio Pérez, que decía: ‘¡qué hazaña ni qué hazaña! ¡Nosotros éramos mejores!’. Y no entendía nada porque siempre se había tildado de hazaña lo que pasó en Maracaná, y ellos decían que no: que era lógico que hubieran ganado la Copa del Mundo”, sumó.
Longo reconoce que “siempre fui muy preguntón”. Así, no hubo entrenador al que preguntara todas sus inquietudes en época de jugador. “Y con ellos, con los campeones, me pasó lo mismo”, dijo. Y no es para menos.
“Cuando jugaba le preguntaba a los técnicos, y con ellos lo mismo. Julio Pérez me decía: ‘a vos que te gusta investigar: investigá para atrás, andá a los Sudamericanos y todo, y vas a ver que Uruguay era superior”, recuerda.
A Longo le quedó eso en la cabeza: esa afirmación de los jugadores que fueron protagonistas en Maracaná, que iban a contramano de lo que siempre nos contaron.
“Como después me picó el bichito del entrenador, empecé a investigar a los entrenadores y esa fue la causa de los libros que saqué. Y fui juntando información de esto: tratando de rubricar y confirmar lo que ellos me decían, con lo que en realidad pasó”, dijo el DT.
Así fue que se sumergió en la tarea de no ir solo a lo que sucedió en el Mundial, sino a la previa, a los años anteriores donde se gestó lo que terminó con la Copa del Mundo de 1950 ganada en Brasil.
“Compacté el libro de 1916, desde el primer Sudamericano, a 1950 porque ese es el período que juzgo. Si el libro hubiera salido el 17 de julio de 1950, el mundo no se hubiera asombrado con lo que pasó”, dijo haciendo clara referencia a “Maracaná, así debía ser”, su último hijo literario.
La respuesta es fácil: “desde lo estadístico, por la sencilla razón de que Uruguay era ocho veces campeón sudamericano y Brasil dos, y Uruguay alcanzó su cuarto título del mundo, y Brasil no tenía ninguno. Uruguay fue superior netamente en las Copas Río Branco, enfrentamientos entre Brasil y Uruguay, a las que tomo de la década del ‘40. Cuando un entrenador se encuentra con una generación buena, generalmente recoge cosas positivas. Si esa generación no se renueva, ahí pueden venir complicaciones. Pero si se renueva, positivamente seguís reinando”.
Así, agregó que “en esa década del ‘40 aparecen todos los fenómenos, que desencadenan en el Uruguay de 1950, que ya venía en esa generación. El encuentro previo de 1950, de la Copa Río Branco del 48’, hace enfrentar a esta generación con la de Brasil; y se da la casualidad de que Juan López, era el técnico de Uruguay, y el de Brasil era Flavio Costa: los dos técnicos de la final del 50’”.
A lo largo del libro que tira por tierra aquello de la hazaña, sino que confirma que Uruguay era favorito deportivamente para quedarse con el título en el Maracaná, Longo plasma materiales de todos los colores de aquella época.
Por allí se puede ver un recorte de un diario brasileño que se titula “Otra vez Juan López le gana a Flavio”, así como crónicas previas en las que se indica, por parte de los propios diarios brasileños, que Brasil solo tenía el 20 por ciento de posibilidades de ser campeón.
“Pero hay además reportajes a los jugadores uruguayos previos, donde decían: “si pasamos a España, somos campeones del mundo”. Es fácil de entender: “no se le temía a Brasil”.
LOS DT DIRIGIENDO EN BRASIL
Longo se dedicó durante más de 30 años a repasar la carrera de los entrenadores uruguayos y sus títulos, especialmente en el exterior.
Y en ese sentido, hay un aspecto que fue clave para que esta selección de 1950 pisara fuerte en la Copa del Mundo, especialmente en la final: los datos propiciados a Juan López y los jugadores, por parte de los entrenadores uruguayos que estaban trabajando en Brasil.
“Nadie lo ha contado. En Brasil, de 1916 hasta 1950, había 31 entrenadores uruguayos dirigiendo. Esos técnicos ganaron 86 campeonatos estaduales. Es que a esa altura, Brasil llevaba a los técnicos uruguayos para aprender: porque ellos tenían la técnica, pero les faltaba el resto”, dijo Longo.
Esos entrenadores uruguayos en Brasil se quedaron viviendo en aquellos lares, por lo que se acercaban cada vez que una delegación uruguaya jugaba en Brasil. No solo los recibían, sino que lógicamente intercambiaban información y daban todos los detalles de cómo jugaba cada uno de los futbolistas brasileños.
“Es algo normal cuando te encontrás con un colega que conoce la idiosincrasia del fútbol de un país, que comentes cosas claves”, repasó Longo.
Eso sí: el triunfo de Uruguay llevó a que varios DT uruguayos fueran catalogados de traidores. “Así los trataron porque viviendo en Brasil le pasaron información a Juan López y a la delegación. Uno fue Humberto Cabelli, que aún tiene el récord de Palmeiras, el único que fue tricampeón. El otro era Ramón Platero, que fue el técnico uruguayo que dirigió en dos Sudamericanos a Brasil, en el 23’ y 25’. Y el otro era Ondino Viera, figura consular de Rio de Janeiro. Ondino fue el principal acusado de traidor, porque dio todos los datos sobre el rival, al punto que prácticamente fue echado de Rio y se fue a Sao Paulo, donde vivió lo mismo y se fue a Minas Gerais, para después volver a Uruguay y ser tricampeón con Nacional”, repasó.
Así, el aporte de los entrenadores uruguayos en Brasil también fue clave en épocas en que las comunicaciones eran complicadas, aportando para que Uruguay le diera vuelta el partido a los locales.
“LOS DE AFUERA SON DE PALO”
Los tipos sabían que podían pelear por el título. Y ganarle a Brasil. Hay mil historias que hacen pensar que todo fue una hazaña: desde el estadio lleno, pasando por la euforia y por el sentimiento de los hinchas locales de sentirse campeones sin jugar el partido.
Pero adentro de la cancha es mentira que fue una hazaña. Como dijo el capitán celeste, Obdulio Varela, “los de afuera son de palo”.
“Yo no mezclo la cancha con lo que se vivió en el exterior. Porque además es a eso a lo que se remitían los jugadores. Por eso repaso frases de Obdulio que lo demuestran. Como cuando un dirigente, viendo aquel Maracaná repleto, dijo a los jugadores que “si nos meten cuatro estamos cumplidos, y se encontró con la respuesta del capitán, que no lo dudó: “Cumplidos si somos campeones”.
La frase va más allá de la respuesta al dirigente: confirma plenamente que Uruguay fue a Brasil a ser campeón del mundo.
“Lo que hice fue meterme dentro de la cancha. Lo de las 200 mil personas, el discurso de Jules Rimet que estaba pronto, la forma de disputa del campeonato, que el empate le daba el título a Brasil… a todo eso lo dejo de lado. Yo voy a lo real: el campo de juego. Y Uruguay era netamente superior a Brasil. No tengo por qué tildarlo de otra manera, porque ellos mismos, los protagonistas, lo dijeron”, dijo Longo.
En la contratapa de “Maracaná, así debía ser”, está el resumen del sentimiento de los jugadores. En celeste, y con el número 5 en rojo, reza una frase del “Negro Jefe”: “Nos pasamos hablando de la hazaña y todos esos versos de los periodistas y los dirigentes. Nos perdimos la oportunidad de aprender la lección”.








