Tras los discursos del presidente del Comité Organizador Local, David Lappartient y del presidente del COI, Thomas Bach , el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dio por abierta oficialmente la 33ª edición de los Juegos Olímpicos.
Fue justo después de que un jinete misterioso llegara recorriendo el Sena montado en un caballo metálico, y recibiera la bandera olímpica original para ser izada ya cuando la noche había caído sobre París.
Luego llegaría el momento más esperado, después de lo que fue una extensa ceremonia inaugural que se desarrolló en el río y su vera, con el desfile de las delegaciones a bordo de embarcaciones y la realización de diferentes espectáculos con la participación de artistas internacionales como Lady Gaga.
Pasó la Marsellesa, la pieza de ópera Carmen, así como la actuación de los metaleros Gojira, entre otros.
La ceremonia fue larga, se llevó a cabo en distintos escenarios, pero no fue tediosa; por el contrario. Recorrió diferentes aspectos de la historia y cultura francesa, mientras mientras un personaje enmascarado recorría con la antorcha los lugares más emblemáticos de la capital francesa.
La antorcha había iniciado ese recorrido de la mano de Zinedine Zidane, quien a la postre fue quien, en el tramo final de la ceremonia, la recibió nuevamente de manos del enmascarado para entregarla instantes después al tenista Rafael Nadal.
El tenista se subió a una embarcación para recorrer varios kilómetros del Sena acompañado por leyendas del deporte como la extenista estadounidense Serena Williams, el exatleta estadounidense Carl Louis y la exgimnasia rumana Nadia Comaneci.
Al desembarcar la extenista Amélie Mauresno tomó el relevo de la antorcha, que para llegar al pie del pebetero fue pasando la posta a atletas paralímpicos y otras figuras de hoy y ayer del deporte francés, como el exbasquetbolista Tony Parker. Fueron finalmente Marie-José Parec y Teddy Riner los encargados de encender el fuego olímpico. Y el pebetero fue otra de las grandes sorpresas de la jornada: con forma de globo, se elevó en el cielo para sumar su luz a París.
El cierre, con la voz de la canadiense Celine Dion en lo alto de la Torre Eiffel , fue perfecto. El Himno al amor, de Edith Piaf, llenó de emoción a una ceremonia que pasó por mil aspectos, que se basó no solo en la historia y cultura gala, sino en la inclusión, la paz y un reconocimiento especial a las históricas mujeres francesas.











































